A la hora de establecer paralelismos y diferencias entre las tres películas analizadas con anterioridad es importante tener en cuenta en primer lugar que se trata filmes rodados en tres momentos diferentes. En el caso de Roma ciudad abierta la II Guerra Mundial acaba de finalizar. En cuanto a Ladrón de bicicletas estamos en plena postguerra, con los intentos de la población civil por volver a una normalidad que le ha sido arrebatada por la contienda; a este respecto se hace necesario puntualizar que en ese año de 1948 se establece una nueva constitución por la cual se reconoce oficialmente la república como forma de gobierno. Finalmente y por lo que respecta a Umberto D está ya realizada dentro de un contexto en el cual el gobierno republicano italiano ya está consolidado, siendo presidente del mismo Luigi Einaudi (Partido Liberal Italiano); a su vez Italia ya se ha adherido a la OTAN y está a punto de integrarse en la ONU (en 1955). Es importante tener en cuenta igualmente que estamos hablando de tres películas realizadas por dos directores diferentes los cuales, a pesar de estar inmersos dentro del movimiento neorrealista italiano y de tener una misma preocupación por captar la realidad sin esconderla, parten de planteamientos distintos a la hora de enfocar sus creaciones cinematográficas: así pues (y como ya se ha apuntado con anterioridad) frente al fuerte humanismo de tradición cristiana presente en el cine de Rossellini y al intento de aproximarse fielmente a los hechos por muy dramáticos que éstos sean, nos encontramos con una cierta tendencia al melodramatismo y a una lucha entre realismo y simbolismo dentro del cine de de Sica. Sin embargo las tres películas que he analizado pretenden ser el reflejo de una sociedad: la de la Italia de la postguerra. Esto me permite comenzar estableciendo una serie de rasgos comunes entre dichos filmes.
He de decir en primer lugar que las tres películas se desarrollan dentro de ambientes urbanos y, más en concreto, dentro de la ciudad de Roma (ya sea en los extrarradios o en pleno centro de la capital italiana). En las tres podemos hablar del hambre existente en esa Italia de postguerra: así por ejemplo en Roma, ciudad abierta el reflejo de esa sociedad famélica lo vemos a través del asalto y saqueo de una panadería a manos sobre todo de mujeres; en Ladrón de bicicletas lo percibimos a través del momento en el que Antonio y Bruno estando en el restaurante no pueden aspirar a comer pasta y se tienen que conformar con un plato de mozzarella (“para comer como aquellos –dice Antonio refiriéndose a una familia pudiente que está comiendo en el mismo restaurante- por lo menos haría falta ganar un millón al mes”); finalmente en Umberto D advertimos la hambruna existente en el comedor social al que acude el protagonista con el fin de comer de forma un plato de comida caliente. A su vez creo que en estas películas podemos hablar de dos tipos de tortura: física y psicológica. Las torturas físicas resultan evidentes y explícitas en Roma ciudad abierta cuando por ejemplo Manfredi es torturado con saña hasta la muerte. Pero hablo también de una tortura psicológica presente de una forma u otra en las tres películas: en la de Rossellini ésta está presente cuando en el despacho del mayor Bergmann Don Pietro es coaccionado para que delate a los cabecillas partisanos mientras ve y oye las vejaciones y los gritos de Manfredi; en el caso de Ladrón… la tortura psicológica está presente en ese padre de familia que sabe que sin bicicleta volverá a ser un nuevo parado; en cuanto a Umberto D la tortura psicológica se materializa en dos personajes: Umberto, ese jubilado que está a punto de perder su dignidad como hombre al carecer de un techo donde cobijarse, y María, una joven embarazada y repudiada a la que le espera un futuro incierto. Es importante decir que las tres obras terminan con un final abierto, lo que es lleva al espectador a preguntarse: 1) qué será de los niños; 2) qué será de Antonio y su familia; 3) qué será de don Umberto y de María.
Si nos centramos en los posibles paralelismos entre Roma ciudad abierta y Ladrón de bicicletas vemos que en ambas películas aparece reflejado el mundo proletario. Los personajes principales de ambas películas viven en barrios obreros, en pisos humildes. El problema del paro afecta tanto a Pina como a Antonio por razones ajenas a su voluntad: a la primera por la expropiación por parte de los alemanes de la fábrica en la cual trabaja y al segundo por el robo de la bicicleta que le sirve de vehículo para desplazarse colocando carteles por todo Roma. En ambos casos se hace necesario también hacer hincapié en la importancia que tienen los niños. Éstos encarnan un futuro de libertad y presentan cualidades de madurez, con unas reacciones muy próximas al comportamiento de los adultos, como si la infancia hubiese sido arrancada de cuajo. Y es que se trata de los llamados “niños de la guerra”, pequeños sin infancia que han conocido prematuramente la muerte, la lucha por la supervivencia, las injusticias sociales y la guerra. En el caso de la realización de Rossellini los niños principales son Marcello, el hijo de Pina, y Romoletto. Estos niños “juegan” a la guerra, intentando luchar a pesar de su corta edad en contra la represión fascista cuando atentan con una bomba en la estación de ferrocarril o cuando guardan las armas. Por otra parte y por lo que respecta a Ladrón de bicicletas gran parte del melodrama del filme recae en el pequeño Bruno, un niño que toma conciencia de la desgracia de su padre, acompañándolo en todo momento en ese Via Crucis en busca de la bicicleta robada. A su vez es muy interesante el ver como en ambas producciones tanto Marcello como Bruno van a actuar como “salvadores” de Francesco y Antonio respectivamente. Así pues en el caso de Roma la despedida entre Marcello y Francesco hace que este último quede rezagado con respecto a Don Pietro, Manfredi y el desertor austríaco, salvándose de la detención por parte de la Gestapo. Por otra parte y en lo que se refiere a Ladrón de bicicletas, la aparición de Bruno instantes después de que Antonio haya intentado robar una bicicleta despierta la compasión en el dueño de la misma, el cual decide dejar finalmente libre a Ricci. Otro paralelismo entre las dos películas podría ser la presencia del tema de la prostitución, expuesto de forma explícita en la obra de Vittorio de Sica (cuando Antonio entra en un burdel en busca del joven al que acusa de haberle robado la bicicleta) e implícita en la película de Rossellini en los personajes de Lauretta y Marina (las cuales trabajan en una especie de cabaret, con las connotaciones que esto conlleva). Al mismo tiempo en las dos obras cinematográficas nos encontramos con la presencia de organizaciones de carácter político en el primer caso y social en el segundo: el grupo de la Resistenza partigiana, un movimiento armado de lucha y oposición al fascismo y a las tropas de ocupación nazis instaladas en Italia durante la II Guerra Mundial, y el Sindicato Obrero, el cual lucha por los intereses comunes de los trabajadores. Para terminar con los paralelismos entre los dos filmes considero interesante resaltar como otro rasgo común la utilización de diferentes idiomas o dialectos dentro de una misma cinta. De esta forma en el caso de la película de Rossellini, mientras que los proletarios hablan en italiano los oficiales nazis se comunican entre ellos en alemán. Algo parecido sucede en el filme de de Sica en el cual, y como ya he apuntado con anterioridad en el comentario de la cinta, mientras que los protagonistas hablan en una lengua vernácula (en concreto en dialecto romano), un grupo de seminaristas hablan en alemán y por la radio se escucha un italiano normativo. Así pues la utilización de la banda sonora se concibe en los dos casos como parte importante dentro de ese afán por acercarse a la realidad de la forma más verosímil posible (a pesar de los problemas de comprensión que seguramente se suscitarían en el público).
En cuanto a la comparación entre Roma ciudad abierta y Umberto D también entre ambas películas se pueden establecer paralelismos. Por ejemplo en las dos nos encontramos con mujeres solteras embarazadas, aunque la situación de ambas es diferente. Así, mientras que Pina tiene en su vientre a un hijo fruto del amor que le profesa a Francesco, en el caso de María, la criada de la pensión en la que vive don Umberto, está sola puesto que el que ella considera padre de su hijo ha decidido desentenderse del embarazo. María se convierte así, desde el punto de vista del contexto social de la época, en una mujer deshonrada. Otro tema común en las dos cintas es la presencia o evocación del suicidio y la muerte, materializada en Roma… en las personas de Pina, Manfredi, Don Pietro (asesinados por las fuerzas ocupantes) y el desertor austríaco (suicidio), y sin embargo no consumada afortunadamente (a pesar de su tentativa de suicidio) en el personaje de Umberto Domenico Ferrari gracias a la reacción de Flick, su perro. También me gustaría hacer hincapié en la importancia que determinados personajes dan a su apariencia. Por ejemplo en el caso de Roma… esto lo vemos en el personaje de Marina, una mujer que ambiciona ascender socialmente a costa de colaborar con los nazis. Es tal su ansia de alcanzar un prestigio que llega a “vender” a su novio por un abrigo de piel. También en esa línea del afán por crear falsas apariencias nos encontramos en Umberto D con el personaje de la señora Belloni, la cual siempre va perfectamente peinada, vestida y maquillada para estar acorde con sus amistades; canta ópera (lo que es indicio de un cierto bagaje cultural) en un salón provisto de un piano y rodeado de cuadros y lámparas; además en un determinado momento hace vestir a María con cofia y mandil blanco (se podría ver como un intento por marcar las distancias entre el “señorío” y la “servidumbre”); sin embargo lo cierto es que tanto la cocina como la habitación de don Umberto están plagadas de hormigas. Por supuesto y dentro de la misma película a la hora de hablar de falsas apariencias es necesario también reparar en la figura del propio protagonista el cual, con el fin de no perder su dignidad, sigue saliendo a la calle de forma impoluta (aún cuando no tiene ni dinero para comer).
En lo que se refiere a la comparación entre las dos películas de Vittorio de Sica he de decir que fundamentalmente, aparte del conflicto que se plantea de deshumanización de una sociedad que sólo se preocupa de los problemas propios, advierto dos aspectos en común. Por una parte se podría hablar de la presencia de una carencia que va a ser el origen del conflicto planteado. Así pues por una parte en el caso de Ladrón de bicicletas esa carencia se materializa en la falta de la bicicleta, lo cual va a llevar a Antonio al paro y por consiguiente a toda su familia a prácticamente la indigencia. En cuanto a Umberto D la carencia se hace presente por la falta de un lugar donde poder vivir con su humilde pensión de jubilado. Otro tema presente en ambas realizaciones es la venta o el empeño de determinados objetos para poder subsistir. En Ladrón de bicicletas Antonio y su esposa se ven obligados a empeñar sus sábanas en el Monte de Piedad para poder tener un dinero en metálico que les permita pagar la fianza y sacar de ese mismo lugar su bicicleta. Por lo que respecta a Umberto D el anciano protagonista tiene que vender su reloj y unos libros para conseguir un dinero con el que poder saldar su deuda con la señora Belloni.
Por lo que respecta a las diferencias apreciables entre Roma ciudad abierta, Ladrón de bicicletas y Umberto D es fundamental señalar que mientras que los hechos que se cuentan en la película de Rossellini son perfectamente datables en un año concreto (los últimos meses de la ocupación nazi de Roma en 1944), las situaciones que suceden en las realizaciones de de Sica son más atemporales, es decir, sabemos que los personajes se mueven en el marco de la postguerra pero nada más. Es por ello que desde el punto de vista de los espectadores de la época se podría decir que éstos al ver Roma ciudad abierta serían conscientes de estar viendo un pasado, bien es cierto que cercano, pero un tiempo pretérito al fin y al cabo; sin embargo tanto en Umberto D como en Ladrón de bicicletas los espectadores tendrían la sensación de estar viendo una realidad muy presente, actual y cotidiana (los problemas del paro, la vejez y la falta de dinero eran temas que no eran ajenos en el día a día de la población italiana).
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