A principios del s. XX aparecen nuevos artistas que se niegan a seguir los sistemas artísticos convencionales imperantes hasta aquel momento. Son 40 años marcados por dos guerras mundiales: la primera señala el cambio entre vanguardias; la segunda marca el final. En el periodo de entreguerras asistimos al encumbramiento de los regímenes totalitarios, los cuales son retratados por los dibujantes de la época. El cuadro que mejor refleja este momento es el Guernica de Pablo Ruíz Picasso.
El haber llegado al conflicto bélico se debe al desarrollo tecnológico vivido desde comienzos de siglo. Así pues en este periodo hace su aparición el motor de combustión y el Ford T (primer vehículo fabricado en cadena, abaratándose el precio del mismo); mejoran a su vez las líneas de ferrocarril y aparece el metro en el subsuelo urbano; se popularizan los wáteres (los cuales se venden por catálogo), las máquinas de coser y las bicicletas (las cuales se convierten en el medio de transporte de los obreros y, con su utilización por parte de la mujer pasan a ser símbolo de modernidad). A través de la utilización de las bombillas eléctricas asistimos a un cambio en el modo de iluminación de las ciudades. Éstas (las urbes) se convierten en el escenario idóneo para la vanguardia. Y es que en ellas se producen sustanciales cambios: surgen los primeros rascacielos, se acondiciona el alcantarillado y la pavimentación… Nace también en este momento el cartelismo, un nuevo mundo que va a propagar por las ciudades sugerentes imágenes. La nueva iconografía urbana va a ser tomada por los artistas.
El haber llegado al conflicto bélico se debe al desarrollo tecnológico vivido desde comienzos de siglo. Así pues en este periodo hace su aparición el motor de combustión y el Ford T (primer vehículo fabricado en cadena, abaratándose el precio del mismo); mejoran a su vez las líneas de ferrocarril y aparece el metro en el subsuelo urbano; se popularizan los wáteres (los cuales se venden por catálogo), las máquinas de coser y las bicicletas (las cuales se convierten en el medio de transporte de los obreros y, con su utilización por parte de la mujer pasan a ser símbolo de modernidad). A través de la utilización de las bombillas eléctricas asistimos a un cambio en el modo de iluminación de las ciudades. Éstas (las urbes) se convierten en el escenario idóneo para la vanguardia. Y es que en ellas se producen sustanciales cambios: surgen los primeros rascacielos, se acondiciona el alcantarillado y la pavimentación… Nace también en este momento el cartelismo, un nuevo mundo que va a propagar por las ciudades sugerentes imágenes. La nueva iconografía urbana va a ser tomada por los artistas.
Paralelamente en el mundo del arte aparecen otros productos técnicos que empiezan a competir con el arte de las imágenes hechas a mano: se trata de la fotografía (democratizadora de la imagen visual, puesto que cualquier persona puede fotografiar y ser fotografiado, obteniéndose con ella una representación de la realidad más fiel que en la pintura) y el cinematógrafo (la continuidad de la imagen en movimiento, algo que a la pintura le estaba vetado debido a su carácter estático).
Se pueden subrayar tres rasgos comunes a las vanguardias:
1) El ansia de renovación. Marinetti proclama la “muerte al pasado” en su Manifiesto Futurista. En la 1ª mitad de siglo el arte se muestra admirador de los nuevos inventos. Se defiende que el espacio tiene múltiples dimensiones (más que tres); y es que por ejemplo los vanguardistas son conscientes de que desde un coche o desde un aeroplano se obtienen diferentes visiones del mundo.
2) Creencia de que el arte tiene un poder decisivo en el advenimiento de una nueva sociedad, creando una nueva cultura visual (en resumen, los vanguardistas creen que pueden ayudar a crear un mundo mejor).
3) Reflexión sobre el lenguaje artístico en sí mismo, más allá de los propios temas.
Pero ¿qué es vanguardia? Podemos en mi opinión definir vanguardia como un conjunto de innovaciones y movimientos estéticos desarrollados en la 1ª mitad del s. XX. Los vanguardistas tienen fe en el progreso y en el futuro. Muchas de sus actuaciones tienen un marcado carácter reivindicativo. Todos coinciden en ese enfrentamiento al arte impulsado desde la Academia de Bellas Artes. Culpan de la perpetuación de ese arte académico a la burguesía. Muchas de las vanguardias van también a proclamar sus ideas a través de textos escritos; en ellos expresan sus intenciones y objetivos, unas intenciones que en muchos casos son anteriores a la realización de obras concretas pero que ayudan a comprender la ideología que caracteriza a estos movimientos. Cabe decir que estas nuevas propuestas pasan desapercibidas para el público general; y es que en multitud de ocasiones dichos movimientos se gestan en pequeños guetos o reducidos talleres casi como si se tratase de experimentos de laboratorio (ajenos al arte de las grandes exposiciones).
En la difusión de la vanguardia tuvieron mucho que ver intelectuales de la talla de Marinetti o Apillinaire: ellos fueron los que defendieron ideas, apuntaron nuevas propuestas… En cuanto al sistema de exposiciones, los vanguardistas se aprovechan en cierto modo del sistema iniciado por los impresionistas. Comienza a surgir la figura del marchante y de la galería de arte privada. A su vez los vanguardistas exponen también en los salones, aunque van a ser fundamentalmente las galerías y los marchantes los encargados de difundir las propuestas de los creadores de vanguardia (recordemos por ejemplo la importancia del marchante Daniel-Henry Kahnweiler para con el cubismo). Entre esas galerías (algunas de ellas emplazadas en domicilios particulares) podemos destacar la Arnold en Dresde o la exposición “0,10” de Malevich (1915), en la cual se disponen cuadros en esquina sin enmarcar dando una apariencia en cierto modo caótica.
El primer grupo vanguardista nace en París, ciudad que acoge a la mayoría de artistas europeos del momento. En la capital francesa están Picasso o Marcel Duchamp (el padre de los ready-mades). Una vez acabada la I Guerra Mundial los focos artísticos se dispersan, pasando a localizarse en Moscú, Berlín o Amsterdam. Uno de los focos de concentración dentro de esta segunda etapa va a ser la Bauhaus.
Es importante destacar que el desarrollo de la vanguardia coincide con un mundo lleno de avances a los cuales los artistas permanecen muy atentos. Uno de los inventos que más afecta al mundo del arte es la fotografía: el arte asume la fotografía como un elemento más con el que poder trabajar. Ésta permite mezclar imágenes de diferente naturaleza. Igualmente también se utilizan fotografías extraídas de revistas, dando lugar a los llamados “fotomontajes” (utilizados sobre todo por el constructivismo ruso y el dadaísmo alemán). Vemos entonces cómo el arte comienza a introducir otros elementos de la vida normal ajenos en principio al mundo artístico. Otro fenómeno innovador aparecido dentro de las vanguardias es el collage, técnica a través de la cual se introducen en una obra trozos de papel, cartón, madera, alambre… También surge como nueva forma artística de la mano de los relieves en esquina de Tatlin (1915) el concepto de instalación.
Otro de los elementos que va a asumir la vanguardia como distintivo (sobre todo antes de la I Guerra Mundial) es el arte “negro”. Los vanguardistas quieren alejarse de la imagen tradicional, occidental, presidida por la Academia, anhelan empezar de cero, razón ésta por la cual echan su mirada sobre el arte primitivo. A su vez hay que decir que en París se crea el museo de Trocadero que va a servir de referencia a los artistas de vanguardia. El arte “negro” se percibe en grabados, en la pintura expresionista o en la decoración de los propios estudios. Estas formas de expresión primitivas rebelan a los vanguardistas que hay posibilidades de hacer un arte diferente, un arte que nada tiene que ver con las delicadezas académicas. A partir de aquí y dentro de ese deseo de innovación los vanguardistas no sólo rechazan la pintura tradicional sino también sus artificios, tales como por ejemplo los efectos atmosféricos buscados por el impresionismo, así como los efectos lumínicos, los brillos, las calidades de las telas… Todos estos caracteres son rechazados porque se considera que no pertenecen a lo que podríamos denominar “la verdad de la pintura”. Ahora (principios del s. XX) la pintura va a centrarse en sus propios elementos plásticos, eliminando los falsos ropajes con los que se trataba de simular una imagen real. De este modo el arte entra en un periodo de autoreflexión. Ya en 1883 un pintor llamado Maurice Denis afirma que un cuadro, antes que un caballo, una batalla o una mujer desnuda es una superficie rectangular de determinadas dimensiones con líneas y colores dispuestos en un determinado orden. Pero es el crítico Clement Greenberg el primer teórico que va a hablar del arte como un lenguaje autorreferencial: “los artistas de vanguardia no tienen como fuente principal la realidad sino el medio con el que trabajan. El medio son las condiciones específicas que distinguen una forma expresiva de otra. Estas soluciones se convierten en protagonistas de la obra. En la pintura existen tres condiciones: la superficie plana del soporte, las dimensiones y el formato del cuadro y las propiedades del pigmento material”. Greenberg habla de Cézanne y de Manet como el principio de un camino tomado por la pintura que va a desembocar en la pintura abstracta.
Al margen de todo lo anterior hay que señalar como eje común de todas las vanguardias el deseo de rebelión estética ante el mundo del arte predominante en aquel momento. Esta rebelión estética va a ser el verdadero hilo conductor de lo artístico. Pero es importante señalar que sólo es ese deseo de innovación o modernidad lo único que une a los movimientos de vanguardia. La vanguardia se nos presenta como una época de la historia del arte llena de discontinuidades. La vanguardia es un relato histórico pero, sobre todo, es un complejo entramado de esfuerzos personales y afinidades. Desde Las señoritas de Avignon (1907; considerada como la primera obra vanguardista), obra que desmonta toda idea de representación tradicional del espacio, hasta La fuente (1917) asistimos a la constitución de un ámbito de experimentación que propicia el advenimiento de nuevas formas de hacer arte denominadas vanguardia.
En general la duración de las tendencias vanguardistas es corta. Algunas tienen un impacto efectivo en la cultura visual de su época; otras tardan más en difundirse, pero todas abren vías que aún de modo balbuceante o más o menos experimental serán el germen de todo el arte posterior. Verdaderamente hay que decir que los gestos de libertad o las aportaciones revolucionarias de las vanguardias van a explorarse posteriormente (todo el s. XX está dominado por las vanguardias).
Las vanguardias no son una sucesión de istmos sino que se trata de tendencias que se producen casi al mismo tiempo, simultáneamente, un relato que para algunos se inicia con Las señoritas de Avignon. Por lo que respecta al final de la vanguardia, éste llega con la ascensión al poder de los regímenes totalitarios europeos.
Texto: Rafael F. Fuentes
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