
Dentro de la mitificación de personajes tenemos que hablar de las hagiografías. Por hagiografía entendemos la “biografía” de un santo, pero ésta tiene sus propios parámetros (parámetros ajenos a los de las biografías propiamente dichas). Así pues la hagiografía no se ciñe a un esquema cronológico (los episodios se pueden narrar de forma completamente aleatoria); además está mucho más emancipada del mundo real (los relatos recogidas en la hagiografía entran dentro de una esfera que supera lo real, siendo muchos de los hechos totalmente sobrenaturales). Y es que en toda hagiografía se realiza una mímesis del tránsito terrestre de Cristo (es decir, el referente es la vida de Cristo); de esta forma muchos de los milagros de los que se recogen en las hagiografías son semejantes a los que según los Evangelistas realizó Cristo en su paso por la Tierra. Estamos pues ante un género que se escapa completamente de la narración histórica grecorromana, siendo la hagiografía una de las grandes aportaciones del mundo cristiano. En época medieval este género alcanza un nivel tal que llega a haber eclesiásticos especializados en la elaboración de hagiografías. Determinadas instituciones monásticas que tenían reliquias de algún santo demandaban un soporte escrito en el que se narrase la importancia que tuvo en vida el referido santo; el hagiógrafo era el encargado de la elaboración del esquema vital del santo. En un mundo como el medieval el tema de la salud era primordial puesto que la asistencia médica era paupérrima. Esto explica la importancia de las reliquias, a las que se las dotaba de un poder sobrenatural, teniendo la capacidad de sanar, de devolver la salud (tienen cualidades taumatúrgicas). Y es que se creía que e santo tenía capacidad de sanar tanto en vida como después de su muerte. Dentro de esta sociedad el publicitar el desarrollo vital de determinados santos (haciendo especial hincapié en que obraron milagros) tuvo una especial importancia. La hagiografía se convierte entonces en el vehículo de transmisión de las capacidades que tenían los santos una vez fallecidos éstos. Las hagiografías estaban pensadas para ser transmitidas al fiel por parte de los eclesiásticos. De esta forma la hagiografía se convierte en un género “literario” fundamental en época medieval.
Como ya se ha dicho con anterioridad, muchos episodios recogidos en las hagiografías se fundamentaban en la en los 4 Evangelios de la Biblia. Un pasaje muy interesante es aquel en el que se nos narra el retiro de Cristo en el desierto y la confrontación del Hijo con el Mal; dicho episodio aparece muy representado dentro de las hagiografías, siendo un pasaje clave para plasmar lo que era la vida del retiro espiritual (la vida del eremita, retirado del mundo). Hay que decir al respecto de este pasaje de las tentaciones en el desierto que en el episodio evangélico no aparece el tema sexual, algo a lo que en las hagiografías sí se hace referencia de forma habitual. Tal es el caso de la hagiografía de San Jerónimo, en la cual aparece el tema sexual (un tema que por otra parte tiene en la iconografía medieval una gran importancia). Así pues dentro del mundo de las hagiografías es muy interesante el tema del eremitismo, de aquellos individuos que se retiraban al desierto para concentrarse en la vida espiritual huyendo de los males del mundo. Dentro del territorio peninsular el monasterio de San Juan de la Peña es uno de tantos y tantos monasterios cuyo origen se encuentra en la vida eremítica: un eremita se retiró a una cueva; posteriormente se formó una pequeña comunidad religiosa y finalmente se fundó un monasterio. Dentro de la historia de los monasterios este proceder es muy común y así se refleja en las hagiografías. Otro ejemplo lo encontramos en el monasterio de Silos, el cual estaba a punto de desaparecer en el primer tercio del siglo XI. Domingo Manso era el prior de un monasterio de gran importancia, San Millán de la Cogolla. A él se le encargó la reactivación del decadente monasterio de Silos. Lo que hizo Manso fue garantizar la supervivencia material del monasterio por medio de captar el favor de la realeza y de la nobleza y consiguiendo que éstos dotasen a la institución de territorios. De esta forma a su gran capacidad de gestión Domingo Manso unía una serie de valores humanos muy notables. Según el relato hagiográfico, cuando este personaje muere en el año 1073 lo hace como un santo. Sólo tres años después, en el año 1076, se le declara santo (se canoniza), hecho que permite el entierro de su cadáver dentro del espacio eclesial (en la Edad Media los entierros dentro de una iglesia de personajes que no habían sido santificados estaban vetados). A partir de ese momento en el que Domingo Manso es santificado se multiplica el culto. Según su hagiografía (realizada hacia el año 1100) Santo Domingo había realizado gran cantidad de milagros. Dicha hagiografía era leída puntualmente a aquella gente que acudía a venerar los restos del santo. Hay que señalar que aunque no nos ha llegado ningún soporte iconográfico público (entiéndase arte mueble o escultura monumental) que ilustre la hagiografía de Santo Domingo era frecuente que una vez realizado el relato con la vida del santo éste impactase visualmente en la iconografía pública.

Durante la Edad Media se fueron estableciendo las propiedades milagrosas de cada uno de los santos. Por ejemplo la “especialidad” (entiéndase referida a su capacidad milagrosa) de Santo Domingo fue la liberación de cautivos. Éstos, una vez se habían encomendado al santo y habían sido liberados, se trasladaban al templo en el cual estaban depositadas las reliquias; allí entregaban a modo de exvoto las cadenas con las que habían estado apresados.
*Texto: Rafael F. Fuentes
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